HACIA UNA EDUCACIÓN DE CORAZÓN A CORAZÓN . . .

EDUCAR DESDE EL SER, LA MAYOR AVENTURA…

         Cuando en mi niñez contemplaba el encabezamiento de la serie “Star Trek” sentía que una gran aventura me estaba esperando. Mientras se veía a la nave penetrando en el oscuro firmamento plagado de estrellas, se oía una voz que me hacía viajar a lo más profundo de mí: “Espacio, última frontera…Objetivo llegar a donde ningún otro hombre ha llegado jamás…” No podía imaginar en aquel entonces el significado que iba a adquirir para mí esa experiencia. El deseo de explorar las maravillas del universo exterior me acercó a la astronomía, y ésta me llevó a estudiar la carrera que la contemplaba: la física. Su rama más innovadora, la Cuántica, me hizo de espejo… mi “nave” dio media vuelta, poniendo rumbo al universo interior. Fue entonces cuando comprendí qué me pasaba al escuchar aquellas mágicas palabras: la nave de mi mente deseaba surcar el universo infinito de mi Ser. La aventura había comenzado…
            Desde ese momento la magia de la vida se desplegó ante mí, algunos lo llaman despertar… Empecé a sentir a las personas desde detrás de su personaje. Cuando las miraba a sus ojos descubría todo su universo interior, estaba lleno de tesoros desconocidos cuyo brillo atraían mi curiosidad. Como maestro significó entrar en una nueva dimensión de la enseñanza. Ya no era el profesor que tenía que enseñarles una materia, me había convertido en un compañero de aventuras, juntos podíamos ir descubriendo esos tesoros… Mi única ventaja era que, debido a mi experiencia, contaba con algunos mapas que mis queridos adolescentes no poseían;  pero dejé bien claro que los tesoros eran suyos. Mi sorpresa fue descubrir que ellos también fueron encontrando mapas que me condujeron a mis propias riquezas. La clase empezó a trascender sus límites físicos y los de las materias impartidas, las mentes llevadas por su curiosidad natural, no impuesta, conseguían “romper la velocidad de la luz”, hecho que el sistema educativo decía que era imposible.
            Este mismo sistema, muy sabiamente, me dejó fuera de juego, permitiéndome llevar mi exploración al universo de la ficción con mi novela: “Veintitrés maestros, de corazón”… había trascendido los límites de una clase para llegar a otros campos más amplios. Sé, desde mi corazón, que lo expuesto en ella es absolutamente posible de realizar,  y quien sienta la obra más allá de las creencias puede experimentar la misma sensación. No es un modelo educativo, ni algo a imitar, es un ejemplo del poder de una educación desde El Ser.
            Educar desde El Ser no es algo que se aprende desde el intelecto, exige primero entrar en contacto con nuestra esencia, lo que somos más allá de la educación que hayamos recibido. Nuestra mente siente su perfume y lo sigue, enamorada de su presencia. Desde nuestro centro, aprendemos a descubrir al otro más allá de cualquier juicio, lo que nos lleva irremediablemente a su admiración. Cuando el maestro siente así a su alumno, la relación educativa se convierte en algo mágico, en un auténtico disfrute mutuo. Jugar y aprender se vuelven uno.
            El sentir, más allá de las creencias, se convierte en nuestro guía. Con la ayuda inestimable de nuestra mente podemos convertirlo en hacer, de esta manera, creatividad y creación se vuelven inseparables, revelándonos como auténticos artistas de la vida.
            Un resultado inevitable de este tipo de educación es que los futuros adultos no necesitarán que nadie supla su autoestima y, de forma natural, buscarán servir a los demás a través de sus dones y potenciales, generando una abundancia como jamás ha registrado nuestra historia.
            ¿Te parece utópico todo esto….? Sólo hay una forma de averiguar si lo es o no: iniciar el viaje.
                                                                                          Carlos González
                                                                       http://ladanzadelavida12.blogspot.com.es/
 

IMPULSAR A NUESTROS HIJOS PARA QUE HAGAN SU PROPIO CAMINO



“Nuestros hijos no son nuestros hijos, 
son los hijos y las hijas de la vida que se llama a sí misma. 
Vienen a través de nosotros, pero no de nosotros. 
Y aunque viven con nosotros, no nos pertenecen. 
Podemos darles nuestro amor, 
pero no nuestros pensamientos, 
pues tienen sus propios pensamientos. 
Podemos acoger sus cuerpos, pero no sus almas, 
porque sus almas viven en la mansión del mañana, 
que ni aún en sueños podemos visitar. 
Podemos esforzarnos en ser como ellos, 
pero no intentar hacerlos como nosotros, 
porque la vida no da marcha atrás, 
ni se detiene en el ayer. 
Somos los arcos que disparan a nuestros hijos, 
como flechas vivas. 
Que la tensión de la mano del arquero sea para la alegría.

                                               Kalil Gibran